Nací en el puerto en 1941, en aquel tiempo cuando todavía era posible visitar el molo en su condición de paseo público,
ir a pescar en su orilla, siendo éste un patrimonio de los chilenos y visitantes, tal como fue y debera volver a serlo la
costanera, ofreciendo una vista al mar no tapada como hoy por contenedores, ya que este es el alma de Valparaíso. En el apellido
paterno, proveniente del norte, busco encontrar, irónicamente, una relación con la cultura diaguita, para mezclarla con rasgos
de huaso bruto, refiriéndose al nacimiento de mi padre en Los Andes. Estudié historia en la Universidad Católica en Santiago,
especializándome en arqueología y antropología además de la historia de Valparaíso por amor, pasión y devocion por su ciudad
madre.
De regreso a mi ciudad natal -que describo como una ciudad única e irrepetible, llena de magia, embrujo, encanto,
alegra y por sobre todo de pasión por la vida, me he dedicado a la docencia y a capacitar a mis iguales, asesorando
actualmente un proyecto llamado Inserción Curricular Valparaíso, que se creó como fruto del Cabildo por los 200 años de la
ciudad en el año 1991. El objetivo es lograr una conciencia entre los jóvenes y niños que les permita distinguir entre lo
eliminable y lo necesario de conservar en la ciudad.
Tenemos que estar atentos además a no llegar a exageraciones en que la gente se enferma de patrimoniosis. Es algo muy
dañino para la ciudad, ya que impide su progreso. Yo mismo fui víctima de uno de estos factores, pues mi casa
se quemó hace tres años, quedando destruida mi biblioteca, que contaba con más de 4.800 libros. Aunque la pérdida va
más allá de lo material. Me refiero a este hecho como etapa superada, dedicándome en estos días a organizar un nuevo seminario
acerca de la historia de Valparaíso, que se llevará a cabo en las oficinas de la Corporación de Desarrollo para Valparaso.
Será abierto para todo público.
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